Perro muerto en tintorería comienza justo con la expansión de una nueva epidemia de miedo, como si el Nosferatu de Murnau acabara de desembarcar entre los hombres. Todos tienen miedo pero no saben de qué.
Estaban acostumbrados a temer a un enemigo común y ahora, una vez aniquilado el enemigo común, se temen a sí mismos, no saben cómo gestionar sus deseos.
La perfección del nuevo sistema, fundamentado también en la represión moral, despierta en los protagonistas una necesidad imperiosa de error, de catástrofe, demandan crímenes, ya no pueden vivir sin horrorizarse, reclaman lo corporal con violencia y sólo encuentran alivio a su angustia en el sexo, en lo absolutamente concreto.
© Ministeri d'Educació, Cultura i Esport